Summary
Llevábamos cuatro meses de casados cuando empecé a sospechar.
Mi esposo salía de casa cada madrugada y regresaba tarde por la noche.
Alarmada, traté de averiguar a dónde iba… pero todo parecía normal: trabajaba duro y regresaba sin falta.
Nada fuera de lugar.
Después de todo, era un matrimonio por contrato.
Habíamos acordado no interferir en la vida del otro…
Entonces, ¿por qué a veces sentía que algo no encajaba?
—El emperador aún no se ha casado.
—Vaya problema.
—Ojalá me dejara pronto y eligiera a otra persona…
Mi esposo por contrato se llamaba Dale, un mercenario que entendía perfectamente mi situación.
Lo contraté por 364 días para evitar una boda política con el emperador.
Pero, a diferencia del frío y calculador emperador de la historia original, Dale era bondadoso, dulce… y demasiado puro.
Un día me sorprendí pensando: “Si alguna vez me caso de verdad, ojalá sea con alguien como él.”
Y fue entonces cuando todo comenzó a complicarse.
Llegó el día en que debía regresar a la casa ducal.
Pero me prometí a mí misma que volvería a su lado. Antes de irme, le hice jurar varias cosas:
—No abras la puerta a desconocidos mientras yo no esté, ¿sí?
—Sí.
—Y nada de prestar dinero, ni aunque sea alguien cercano.
—Lo recordaré.
—Y por favor… no llores porque me extrañas.
No quería separarme de él.
Pero no tenía más remedio. Con el corazón apretado, me obligué a dar el primer paso.
—Su Majestad, el círculo mágico de transporte está listo.
—Vamos.
Sin imaginar que, justo en ese momento, algo estaba a punto de cambiar detrás de mí…