El matrimonio problemático del Duque vendado - Capítulo 92

La noche en que lucha con su razón

En la luna de miel al reino Ronatia, conocieron a la amiga de la infancia de Sierra, él perdió la memoria, casi quedaron envueltos en la venganza de la vida anterior de la princesa Isabella… Siente que pasaron muchas otras cosas también, pero para Lord Alfred, con que Sierra esté ahora mismo delante de él, eso es suficiente.

(A-aunque… suficiente… ¡pero aun así…!)

Mirando a Sierra, que dormía plácidamente en sus brazos, Lord Alfred estaba al borde de las lágrimas.

Ese día, en la costa de Wirina, Lord Alfred volvió a proponerle matrimonio a Sierra.

Sierra lloró de alegría al recibir la propuesta y el anillo de Lord Alfred.

Era demasiada felicidad. Demasiado amor. Se sintió flotando todo el día.

Pero aquel ensueño se hizo polvo en un instante cuando Sierra, con su inocente ropa de dormir, se abrazó a él apretándolo con fuerza.

“¡Si-Sierra!? ¿Por qué estás aquí?”

Incluso aparte del incidente de la pérdida de memoria, había muchos asuntos que atender después, así que aunque estaban en su viaje de novios, Lord Alfred y Sierra seguían teniendo habitaciones separadas.

El hecho de estar en cuartos distintos le permitió preparar el anillo en secreto.

Y esa última noche que iban a pasar en el reino Ronatia, Lord Alfred pensaba, por supuesto, dormir también separado.

Porque, estando frente a la adorable Sierra, justo el mismo día en que ella había aceptado su propuesta, no estaba seguro de poder contenerse.

“Hoy es la última noche que pasaremos en el reino Ronatia, así que quiero dormir con usted, Lord Alfred. ¿No puedo?”

Unos grandes ojos color arcoíris lo miraron desde abajo mientras le preguntaban.

No existe hombre capaz de negarse ante esa ternura. Ni aunque toda su razón le esté gritando en la cabeza que se detenga.

“No hay forma de que no se pueda. Yo también estoy feliz cuando Sierra está a mi lado.”

“Lord Alfred, lo quiero.”

Al recibirle esa sonrisa dulce, una sonrisa que parecía derretida por la felicidad, las mejillas de Lord Alfred también se aflojaron vergonzosamente.

(ah… Sierra es demasiado adorable… ¡demasiado!)

Ya sabía que era adorable. Y también era sincero que quería tenerla cerca.

De Sierra, abrazada a Lord Alfred, venía un aroma dulce a rosa.

Seguramente era un obsequio de Isabella.

Ese perfume estaba intentando asesinar por completo la razón de Lord Alfred, pero él resistió desesperadamente.

“Lord Alfred, vamos a la cama ya.”

Puede que Sierra no lo dijera con esa intención, pero para Lord Alfred, que estaba peleando a muerte contra el dulce aroma de Sierra, esas palabras eran una tentación demoniaca.

“A-ah…”

Guiado de la mano por Sierra, Lord Alfred se encaminó hacia la cama, tropezando con sus propios pies de lo nervioso que estaba.

“Lord Alfred, ¿está bien? Parece que este viaje lo dejó muy cansado. ¡Voy a darle un masaje!”

“N-no, eso no hace falta… ¡Tú también debes de estar cansada, Sierra!”

Si Sierra lo tocaba en la cama, no estaba seguro de no empujarla y tumbarla debajo de él.

Ya de por sí estaba conteniéndose con todas sus fuerzas. Más que eso ya sería imposible.

“¡Quiero aliviarlo aunque sea un poco, Lord Alfred!”

Su esposa era demasiado entregada. Demasiado preciosa.

Tal vez ya podría dejarse llevar por la situación y empujar a Sierra sobre la cama, ¿no?

Ya eran marido y mujer. Y además, esto era su viaje de novios.

Nadie podría culparlos.

El deseo de tocar a Sierra susurraba, tratando de sofocar su autocontrol.

“…Solo con poder estar junto a Sierra, ya estoy más que aliviado.”

Acariciando el cabello color lino de Sierra, Lord Alfred esbozó una sonrisa.

De alguna manera había logrado llamar de vuelta a su razón.

Había aguantado tanto hasta ahora.

Quería que su primera noche con Sierra fuera algo especial.

Por eso, no podía simplemente dejarse arrastrar aquí.

“No digas cosas tan adorables. Siento que voy a destrozarte por completo, Sierra.”

“Lord Alfred puede destrozarme todo lo que quiera, ¿sabe?”

Su esposa era tan adorable que le dolía el pecho.

Lord Alfred, incapaz de soportarlo, se golpeó la cabeza contra la pared.

“¡Lord Alfred!?”

“Sierra… Ésa es una frase que jamás debes decir. Si me la vuelves a decir, creo que mi corazón no lo soportará.”

“¡Eso no puede ser! ¡Su salud es lo primero, Lord Alfred!”

“Gracias. Entonces, durmamos ya.”

Así, los dos se acostaron en la cama.

Sierra se acurrucó contra Lord Alfred con una expresión de felicidad, atacando su autocontrol más que con cualquier palabra.

En cuestión de minutos, Sierra se quedó dormida con una expresión tranquila y segura.

(Aguanta. Tienes que aguantar… Han dormido juntos abrazados muchas veces ya, ¿no?)

Desde que se casaron, había habido varias noches en que durmieron en la misma cama.

Eso ocurría sobre todo en épocas en que Lord Alfred estaba agotado por el trabajo que Zylac le había impuesto con calendarios imposibles. Ver el rostro de Sierra le permitía relajarse y huir al mundo de los sueños.

Pero esta vez no estaba cansado por el trabajo. Ni había bebido. Estaba sobrio.

Tenía los ojos completamente despiertos, y cada sensación de Sierra junto a él hacía que su corazón latiera tan fuerte que parecía que iba a romperse.

“Lord Alfred…”

No sabía qué clase de sueño estaba teniendo, pero Sierra sonreía feliz.

“Sierra, estoy aquí.”

Ofendido, sin querer, Lord Alfred susurró al oído de la dormida Sierra.

Con respecto a Sierra, su corazón se volvía estrecho hasta el extremo, al punto de sentir celos incluso de sí mismo dentro del sueño de ella.

“Apuremos y hagamos la boda formal, y construyamos la familia más feliz del mundo junto a Sierra.”

Sentía que ya no podría aguantar más.

Antes de que su razón muriera del todo, tenía que moverse para hacer de Sierra la esposa más feliz del mundo.

Al final, sin poder dormir como es debido, Lord Alfred vio amanecer la última noche en el reino Ronatia.