El matrimonio problemático del Duque vendado - Capítulo 90

CAPÍTULOS EXTRA

El monólogo del viejo mayordomo que cuida la casa

En la mansión de la familia ducal Besqueler, hay una galería donde se exhiben los retratos de los duques de generaciones pasadas.

Originalmente, era un lugar al que solían guiar a los invitados para entretenerlos, pero en los últimos años casi no ha habido visitas.

Sin embargo, ahora, Gordon, el mayordomo que ha servido a la familia Besqueler durante muchos años, estaba afanosamente limpiando la galería de los duques.

No era porque Alfred se lo hubiera ordenado.

Además, Sierra, quien había llegado recientemente, aún no conocía por completo la mansión, así que probablemente no sabía de la existencia de aquella galería.

La limpieza de la galería era una rutina diaria de Gordon desde hacía diez años.

Sin embargo, debido a lo ocupado que había estado estos últimos meses, no había podido venir.

“Lord Sendrick, el joven Alfred se ha convertido en un hombre admirable.”

Gordon se detuvo frente a un retrato, con lágrimas en los ojos.

Era el padre de Alfred, el anterior duque Besqueler.

Un escultor bendecido por la diosa Musearia.

Con su cabello dorado atado hacia un lado y unos ojos azul verdoso que emanaban calma.

Un amo muy querido, al que Gordon había servido durante unos cuarenta años.

Había estado a su lado desde que Sendrick nació, y jamás imaginó que él mismo viviría más tiempo.

En aquel accidente de hace diez años, perdió a las personas más importantes para él.

Fue un dolor tan profundo que, mientras los demás sirvientes se marchaban, solo Gordon permaneció en la mansión.

Desde que empezó como mozo a los dieciséis años, siempre había servido a la familia ducal Besqueler.

A estas alturas, no tenía adónde más ir.

Por la benevolencia del rey Zylac, la mansión no fue demolida ni transferida a otro noble, sino que le fue confiada a Gordon para su administración.

Los días que pasó solo en aquella casa parecían muy largos, y al mismo tiempo, pasaron en un abrir y cerrar de ojos.

Había demasiados recuerdos en aquella mansión. No importaba hacia dónde mirara, siempre surgían recuerdos nostálgicos y dolorosos.

Por eso mismo, Gordon había jurado proteger la mansión, incluso si era el único que quedaba.

“El día en que Lord Alfred regresó, no pude contener las lágrimas.”

Cuando Alfred apareció de repente con el cuerpo vendado, hasta Gordon se sorprendió.

Pero tras escuchar su voz, supo enseguida que era él.

Parecía que Alfred había pasado por mucho: no sonreía, ni mostraba su rostro.

Incapaz de confiar en los demás, Gordon no supo qué palabras decirle.

Solo pudo agradecer sinceramente a los dioses por haberlo devuelto con vida.

“La señora Sierra, quien vino como su esposa, es tan adorable que Lord Alfred está completamente rendido ante ella.
Al principio no era nada sincero, pero bueno… esas cosas, al final, se heredan entre padre e hijo.”

Gordon sonrió ampliamente al retrato silencioso.

Sendrick también se había enamorado a primera vista de su esposa, Irina.

Por eso, al principio se ponía tan nervioso que no lograba hablar con naturalidad, y a menudo actuaba torpemente.

Cada vez, Gordon lo apoyaba discretamente o ayudaba a Irina a comprenderlo, sirviendo de puente entre ambos.

Una vez que sus corazones se entendieron, la pareja emanaba una dulzura tan evidente que sorprendía a todos a su alrededor.

Sin duda, Alfred y Sierra también estaban ahora disfrutando una dulce luna de miel.

“Igual que Lord Sendrick, Lord Alfred también hizo un anillo.”

La imagen de Sendrick trabajando en el taller subterráneo, puliendo el engaste de un anillo, se superpuso en su mente.

Todos los duques de la casa Besqueler solían hacer a mano los obsequios que daban a sus seres amados.

Pero el objeto que elaboraban con mayor devoción era el anillo de bodas.

Ver a Alfred, feliz, puliendo el anillo con esmero, hizo que a Gordon se le llenaran los ojos de lágrimas.

La felicidad de Alfred y Sierra era también su propia felicidad.

“Se esfuerza por cumplir con sus deberes como duque, y ya va siendo hora de colocar un nuevo retrato en esta galería.”

Desvió la mirada hacia un espacio vacío.

Era el lugar que Gordon había reservado durante mucho tiempo para Alfred.

Una sonrisa natural apareció en sus labios.

La alegre y bondadosa novia había logrado cambiar al Alfred que antes se reprimía tanto.

Seguramente, ahora ya no rechazaría tener un retrato.

“Lord Sendrick, Lady Irina… la familia ducal Besqueler estará en paz a partir de ahora.”

Gordon se secó las lágrimas con su pañuelo y sonrió.

Entre Sendrick e Irina, el joven Alfred sonreía felizmente.

Aquellas sonrisas y aquella felicidad de antaño habían regresado a la mansión.

Creyó que estaría bien viviendo solo durante cinco años, pero en realidad, deseaba ver sus rostros cuanto antes.

“Entonces, regresaré a mis deberes.”

Haciendo una profunda reverencia ante la familia ducal Besqueler, Gordon abandonó la galería.