El matrimonio problemático del Duque vendado - Capítulo 88
Capítulo 48 — La “Piedra de la Felicidad”
—¡Guau… es tan hermoso!
Iluminada por la luz del atardecer, la superficie del agua brillaba cada vez que cambiaba de forma.
Ese destello centelleante era algo de lo que no podía cansarse de mirar.
Aunque no era una playa propiamente dicha, entre la multitud de antes habría sido imposible disfrutar con calma de un paisaje tan bello.
Además, ahora Sierra tenía a Alfred a su lado.
El hombre al que amaba, con quien quería vivir para siempre.
—Es hermoso.
—Sí, muchísimo.
Conmovida, a Sierra se le llenaron los ojos de lágrimas.
Poder contemplar algo tan hermoso solo era posible porque se había encontrado con Alfred.
—Lord Alfred, quizás esto sea solo una conjetura mía, pero…
—¿Qué sucede?
—Tal vez nuestra maldición se rompió porque la señora Griella también deseaba creer en el amor. Ella convirtió su amor en una maldición tras haber sido traicionada por Lord Lariadis… pero como nosotros pudimos demostrar que el amor verdadero existe…
Sierra se sintió avergonzada a mitad de sus propias palabras, que se apagaron poco a poco.
Alfred la observó con ternura, sin interrumpirla.
—Puede que tengas razón. Jamás pensé que llegaría a conocer el pasado de Griella aquí, en el Reino Ronatia…
—Pero gracias a eso, he podido saber aún más sobre Lord Alfred.
—Ah, y yo también. He comprendido que me amabas mucho más de lo que imaginaba.
Alfred suavizó su mirada con dulzura.
Poder ver esa expresión directamente, y no solo sentirla por el tono o la presencia, era una dicha para Sierra.
Ella también le sonrió feliz.
—Porque Lord Alfred es mi luz. Jamás lo dejaré ir.
Su cabello dorado brillaba con el sol poniente, y su rostro, como una obra de arte, era hermoso.
Pero lo más hermoso de todo era el corazón fuerte y amable de Alfred.
Esa era la verdadera luz de Sierra.
De no ser así, su corazón no latiría con tanta fuerza al escuchar su voz grave y cálida.
Era un hombre tan bondadoso que siempre intentaba cargar con todo él solo.
Sierra deseaba poder compartir un poco de ese dolor,
que no lo guardara todo dentro,
que su corazón no se rompiera,
que nunca perdiera su luz.
Movida por ese sentimiento, extendió su mano hacia él.
Alfred la tomó firmemente y le sonrió.
—Sierra, esa es mi línea.
Aún sosteniendo su mano, Alfred se arrodilló frente a ella y, con la otra, sacó algo del bolsillo interior de su chaqueta.
—Gracias por quedarte a mi lado, aunque me llamaran el “Duque de los Vendajes”. Con tu sonrisa, olvidé la soledad. El yo del pasado, que creía no tener derecho a la felicidad, me parece ahora un tonto. Porque ahora deseo con todo mi ser ser feliz contigo. Esta luna de miel no nos dio ni un momento de descanso, pero…
Algo brilló en la mano de Alfred.
Cada vez que su tranquila voz de tenor rozaba su oído, el pecho de Sierra temblaba.
Comprendiendo poco a poco el significado de sus palabras, las lágrimas se acumularon en sus ojos.
—No es una “Piedra de la Felicidad” encontrada en la arena… sino esto. Quiero que lo lleves como nuestra Piedra de la Felicidad.
La respuesta solo podía ser una.
Con lágrimas cayendo, Sierra asintió.
El anillo se deslizó perfectamente en su dedo anular izquierdo.
Un hermoso anillo con una turquesa incrustada, del mismo color que los ojos de Alfred.
Sierra, tan conmovida, no pudo pronunciar palabra. Solo miraba el brillo del anillo en su mano.
—¿Podría Sierra ponerme este a mí también?
Alfred sacó otro anillo.
—…Sí.
Tomando la mano izquierda de Alfred, Sierra colocó el anillo con manos temblorosas.
La piedra incrustada era un ópalo, que reflejaba los colores del arcoíris según el ángulo de la luz.
En el Reino Vanzell, las alianzas matrimoniales se confeccionaban con gemas que imitaban el color de los ojos de la pareja.
Una promesa de amor: “Aunque no podamos estar juntos, siempre te observaré desde cerca.”
—Ahh… Lord Alfred… ¿cómo podría hacerme aún más feliz que esto?
Su matrimonio había sido por orden del rey.
No hubo ceremonia ni firmaron personalmente el acta de matrimonio que debía presentarse en la iglesia.
Así comenzó su unión.
Y aun así, se habían convertido en una pareja que se amaba de verdad.
Eso ya era suficiente felicidad… o eso creía Sierra.
Pero seguía siendo una mujer con sueños,
y siempre había anhelado tener un anillo de matrimonio.
(Lord Alfred me hace cada vez más feliz…)
Sierra deseaba hacerlo feliz,
pero él siempre superaba todas sus expectativas.
—Yo ya soy feliz solo con ver tu sonrisa, Sierra. Así que, por favor, no llores más.
El rostro de Sierra estaba empapado en lágrimas.
—Es que… soy tan feliz… que no puedo evitar emocionarme… ¡Todo es culpa de Lord Alfred!
—Ah, ya veo. Entonces… esas lágrimas también me pertenecen.
Dicho esto, Alfred besó suavemente el borde de sus ojos.
El tierno calor de sus labios hizo que su corazón diera un salto, y las lágrimas se detuvieron.
—Sierra, te amo.
—Y yo lo amo a usted.
Mirándose a los ojos, los dos sellaron sus labios con un beso,
mientras el sol poniente se hundía lentamente tras el horizonte.
Reportar problema
Si hay algún problema con la carga del capítulo, házmelo saber mediante un mensaje directo a la página de Facebook.
Me encuentras en Facebook como: MangaRomance19