El matrimonio problemático del Duque vendado - Capítulo 87
Capítulo 47 — Un momento dulce
Lamento mucho la espera.
Finalmente, es un capítulo digno de llamarse luna de miel.
Uno de los lugares turísticos más famosos del Reino Ronatia: la ciudad costera de Wirina.
—¡Lord Alfred, mire! ¡Esa es la famosa costa de Wirina!
Sierra, emocionada, tiró del brazo de Alfred.
Era un lugar al que había querido ir desde hace tiempo.
Su corazón se adelantaba, deseando llegar pronto.
—Sierra. No hay prisa, podemos recorrer Wirina con calma antes de eso.
—Pero, Lord Alfred. Con tanta gente buscando, si no nos apuramos, ¡las Piedras de la Felicidad se acabarán!
Frente a la mirada de Sierra, en la playa no había parejas caminando románticamente, sino enamorados que revolvían la arena con desesperación buscando piedras en forma de corazón.
—Si vamos al santuario de los enamorados solo para ver eso, no podremos buscar tranquilos. ¿Por qué no almorzamos primero?
Su voz grave y dulce rozó sus oídos.
Y para colmo, exhaló un suave aliento junto con las palabras. Qué esposo más travieso.
Por culpa de eso, Sierra casi pierde fuerza en las piernas… aunque Alfred, por supuesto, la sostuvo firmemente.
Mientras observaba con ternura el rostro sonrojado de Sierra, Alfred dijo que había un restaurante al que quería llevarla, y la guio con elegancia.
A pesar de lo abarrotado del lugar, con tanta gente y puestos, gracias a Alfred llegaron sin chocar con nadie hasta su destino.
—Lord Alfred, ¿qué clase de lugar es este?
—Un restaurante especializado en pizza, recomendado personalmente por el príncipe Edward.
Alfred sonrió con calidez.
Hoy no llevaba vendajes, por lo que sus expresiones se veían más claras que nunca.
(¡S-so-lo con que Lord Alfred me sonría así, siento que el corazón se me va a detener!)
Originalmente, Sierra tenía debilidad por las voces hermosas.
Pero últimamente, parecía volverse adicta a Alfred: todo lo que hacía o decía hacía que su corazón latiera fuera de control.
Ni siquiera cuando estaba enamorada en secreto de él había sentido algo así.
Tal vez, pensó, había perdido sus defensas emocionales durante el tiempo en que perdió la memoria… y lo pensaba muy seriamente cuando—
—Sierra, ¿qué vas a pedir del menú?
Al levantar la vista, el bello rostro de su esposo estaba frente a ella.
Por un momento creyó que su corazón se detendría.
“¿Por qué!?” pensó, hasta que recordó que los asientos de la terraza —donde tenían una vista completa de la costa— estaban dispuestos uno al lado del otro.
Estaban tan cerca que podía verle el rostro de perfil, y Sierra respiró hondo varias veces para calmarse.
—Lord Alfred, no acerque tanto su cara de repente, ¡me ha asustado!
—Solo quiero poder ver de cerca el lindo rostro de Sierra en todo momento.
—¡Eso no es lo que quise decir!
Instintivamente se cubrió el rostro con ambas manos.
¿Qué le pasaba hoy?
Sentía a Alfred mucho más dulce que de costumbre.
“¿Por qué?”, se preguntó… hasta que recordó que estaban en su viaje de recién casados.
(Aunque me muero de vergüenza al recordar que nos mostramos tan cariñosos delante de la princesa Isabella… ¡y ahora Lord Alfred actúa así!)
En aquel entonces, solo pensaba en salvarlo.
No importaba el lugar ni las miradas, quería proteger al hombre que amaba.
Transmitirle su amor era lo más importante para ella.
Pero ahora, la situación era distinta.
No estaban en peligro, y aunque Alfred le había reservado un asiento especial con vista al mar, había otros clientes y camareros que podían verlos.
Y sobre todo, Sierra no estaba segura de poder resistir el encanto de su amado.
Ni siquiera podía mirarlo directamente.
—Sierra.
La voz baja de Alfred le acarició el oído, como si quisiera atraerla fuera de su escondite.
—Sierra… te amo.
Chuu —un sonido demasiado dulce llegó hasta su oído.
—¡Lord Alfred! ¡Ese tipo de cosas solo cuando estemos a solas!
—¿No estamos solos ahora?
Alfred respondió con toda naturalidad, sin rastro de culpa.
—¡Lord Alfred es un travieso!
—¿No te gusta que sea así?
—…… ¡Me gusta! Pero Lord Alfred, ¿no está algo raro hoy?
Incluso para estar en luna de miel, su comportamiento era inusualmente apasionado.
—¿Raro, dices? Tal vez sí, quizá estoy algo extraño.
Alfred asintió con seriedad, y eso preocupó aún más a Sierra.
—¿Qué sucede? ¿Se siente bien?
Sierra le puso una mano en la frente y lo tocó en varias partes, revisando si había algo fuera de lo normal.
Aunque no era médico, quería asegurarse de que no le pasara nada.
Entonces, Alfred tomó su mano y la llevó a su pecho.
—¿Puedes sentirlo? Recuperarte fue para mí una alegría inmensa… ¿puedes entenderlo, escuchando este sonido?
El corazón de Alfred latía con fuerza, poderoso y rápido.
¿Podía permitirse pensar que ella era la causa de esos latidos?
—Siempre he perdido lo que me era preciado, y nunca regresó. Pero tú, Sierra, eres diferente. Entraste en el peligro solo para amarme. Quiero protegerte, pero al final, siempre eres tú quien me protege a mí. Por eso, hoy quiero dedicar mi tiempo solo a ti.
Al escuchar sus palabras, Sierra no pudo evitar que las lágrimas le llenaran los ojos.
Qué bueno haber regresado con el hombre que amaba.
Alfred había perdido demasiado ante sus propios ojos.
Ella no quería convertirse en otra de sus heridas, nunca.
—Yo no desapareceré del lado de Lord Alfred. Aunque quisiera alejarme, no se lo permitiré, así que prepárese.
—Eso es justo lo que deseo.
Ambos sonrieron, y disfrutaron de una pizza de mariscos preparada con los mejores ingredientes del Reino Ronatia.
Después, pasearon por los puestos, compraron pulseras a juego, y eligieron regalos para Melina y Gordon.
Cuando terminaron el helado típico del clima cálido de Ronatia, el sol ya comenzaba a ocultarse.
—Será mejor que vayamos a la playa de Wirina.
Sierra asintió, pero Alfred la guió hacia el lado opuesto del que habían visto durante el día.
—Lord Alfred, ¿no vamos en dirección contraria?
—No, es el camino correcto.
—¿Eh?
Atravesaron un sendero algo escondido, lejos de la playa llena de gente, y de pronto, frente a ellos se extendió un mar que brillaba con un intenso color naranja.
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