El matrimonio problemático del Duque vendado - Capítulo 81

Capítulo 41 – Lo que deseaba

“…No. Yo… yo no deseaba que en el Reino de Vanzell, los humanos, fueran destruidos por odio… ¡Simplemente… los utilicé a ustedes!”

Isabella negó con fuerza, moviendo la cabeza de un lado a otro.

“Griella no deseaba algo así.”

“¿Cómo puedes saberlo?”

“Porque ella me pidió que te detuviera.”

Alfred fijó la mirada en las vendas que Isabella sostenía con fuerza en sus manos.
Eran blancas, limpias, inmaculadas.

“Eso no puede ser… Griella fue traicionada por ese hombre… debería odiar a los humanos.”

“No es así. La Griella con la que me encontré en el ‘Bosque Maldito’ intentaba liberar, después de muchos años, la maldición de la bruja que habitaba allí. Ella me dio esas vendas porque mi maldición no pudo ser disuelta. Isabella deseaba mi felicidad. Si realmente odiara a los humanos, nunca me habría ayudado.”

¿Cuánto debió dolerle haber sido traicionada por el hombre que amaba y llamada traidora por los suyos?
Y aun así, seguía teniendo un corazón capaz de compadecerse de otros.
Por eso, él quería descubrir la verdad.

“Lord Raliardis sin duda amaba a Griella. La bendición de la diosa Musearia solo se concede a aquellos que poseen amor en su corazón. Tal vez hubo circunstancias que los ojos del lado de las brujas no podían ver.”

Ante las palabras de Sierra, que poseía la bendición de la diosa, Isabella torció el rostro.

“…Eso es imposible. Si realmente la amaba, ¿por qué nunca fue a verla, por qué la dejó encerrada en aquel bosque?”

Las palabras de Isabella dejaron caer un pesado silencio.
¿Por qué Raliardis no pudo proteger a la mujer que amaba?
Sin embargo, gracias a su decisión, el Reino de Vanzell se convirtió en una nación que amaba la paz y el arte.
¿Cuánto valor habrá requerido eso?

“No conozco las circunstancias de Lord Raliardis. Pero, Princesa Isabella, tú, que eres la reencarnación de una bruja, si vas al ‘Bosque Maldito’, quizás descubras algo. Sin embargo, como tú dices, si el Reino de Vanzell es destruido por la guerra, esa verdad permanecerá perdida para siempre.”

“¿Y por eso quieres casarme con alguien del Reino de Vanzell? ¡Jamás aceptaré eso!”

—Casarse con un descendiente de Raliardis, aquel que Griella nunca pudo alcanzar—.

Las rodillas de Isabella cedieron, su cuerpo tambaleó.
El exceso de magia había sobrepasado los límites de su cuerpo humano.

“¡Lady Isabella!”

Quien corrió hacia ella fue Sierra.

“¡No me toques!”

Pero aunque lo dijo, Isabella ya no tenía fuerzas ni siquiera para apartarla.

“¿Eres tonta? ¿Ya olvidaste lo que te hice? ¿Cómo puedes perdonarme?”

“Es cierto, estoy enojada. Me quitaste mis recuerdos sin permiso, lastimaste a la persona que amo… Pero no lo perdí todo. Mi corazón recordaba a Lord Alfred, y él siguió a mi lado. Además, somos amigas, ¿no es así?”

Sierra tomó las manos de Isabella con suavidad y le sonrió.
Los ojos de Isabella se abrieron de par en par ante esas palabras, y murmuró:

“…No digas algo tan parecido.”

Griella también había perdonado a Bella.
A pesar de todo, había seguido llamándola su amiga.

“Lady Isabella, su rostro está muy pálido. Debemos regresar cuanto antes.”

“…¿De verdad puedo regresar así? ¿Dirán que enfermó porque el Duque Vendado la secuestró?”

Aun sudando frío, con el rostro pálido, Isabella no dejó de lanzar palabras de amenaza.

“No importa. No podemos dejarla en este estado. ¿Verdad, Lord Alfred?”

“Ah… tienes razón.”

Frente a las palabras de su adorable esposa, Alfred no podía oponerse.
Cargó a Isabella sobre su espalda y comenzó a caminar.
Sierra, para aliviar su malestar, acarició su espalda con ternura y comenzó a tararear una suave melodía.

“Entonces, regresemos al lugar donde pertenece la Isabella de este tiempo.”

Desde el bosque sombrío que cargaba con las tristezas del pasado,
hacia el exterior, donde el sol brillante del presente bañaba la tierra.