El matrimonio problemático del Duque vendado - Capítulo 77

Capítulo 37 – La canción que teje amor

«Isabella, ¿sabes?, desde pequeña era una niña que no pedía caprichos»,
dijo de pronto Edward, que iba caminando delante.

«Por eso, cuando dijo que quería conocer al “Duque Vendado”… no, al duque Besqueler, de verdad me sorprendí. Jamás pensé que acabaría en algo como esto.»
«Sí… así es…»

Con sentimientos encontrados, Sierra asintió.
Sierra estaba preocupada por Alfred, y Edward por Isabella.
Y al mismo tiempo, por el destino del reino.

«…Puede que haya sido yo quien causó todo esto. Isabella aceptó dócilmente casarse con el Reino Vanzell. Pero desde entonces empezaron a ocurrir rarezas a su alrededor y se difundió el rumor de que estaba maldita. Yo creo que debemos mantener la amistad con el Reino Vanzell. Sin embargo, viéndolo ahora, me doy cuenta de que no conocía en absoluto los verdaderos sentimientos de Isabella…»

¿Estarán a salvo los dos? ¿Quién es el enemigo? ¿Cuál es su objetivo?
Sin duda, muchas ideas debían estar cruzándole por la mente a Edward.
Aun así, lo que se le escapaba eran flaquezas de hermano.

«Aunque se trate de familia, comprender a alguien es algo muy difícil. Pero el amor debe poder transmitirse. Si el príncipe Edward aprecia de verdad a la señora Isabella.»
«¿Tú crees?»
«Sí, seguro. Así que, todo estará bien.»

«A diferencia del duque Besqueler, tú eres… positiva, o quizá optimista…»
«Fufu, no es eso. Al fin y al cabo, ¡la razón por la que miro hacia adelante es Lord Alfred! Por eso, pase lo que pase, protegeré a Lord Alfred.»

Cuando Sierra alzó el puño con determinación, la expresión de Edward se aflojó con suavidad.
Y al verlo sonreír así, resultaba más cercano que cuando lucía como un perfecto gentilhombre.

«Bien, hemos llegado. Duquesa Besqueler, demuestra todo tu poder.»

En el instante en que dio un paso dentro de aquel lugar, Sierra contuvo el aliento ante el panorama que se extendía frente a sus ojos.
El contraste entre el oro deslumbrante que cubría todo y el rojo de las butacas.
Si alzaba la vista, un techo pintado de aire fantástico y una gran lámpara de araña resplandecían.

«Este teatro de ópera fue construido hace treinta años por artesanos selectos del Reino Vanzell como prueba de amistad. Si no me equivoco, la Casa ducal Besqueler estuvo a cargo de la dirección.»

Mientras escuchaba la explicación de Edward, Sierra no podía contener el latido emocionado de su pecho.
Cuando visitó con la Orquesta de Kurufelt en el pasado, naturalmente, no pudo contemplar esta vista.

(¡Pensar que cantaban en un lugar tan hermoso creado por la familia ducal Besqueler…!)

Además, si era este sitio, prueba de la amistad entre el Reino Vanzell y el Reino Ronatia, entonces, sin duda…
Sierra, serenando su ánimo, avanzó directa hacia el escenario.

«¡Oh, gran diosa del arte, Musearia! Si te place la canción que te ofrezco, por favor, protege a mi amado.»

Con una plegaria, a la diosa Musearia amante del arte.
La pieza a cantar ya estaba decidida.

(Que esta querida canción que me enseñó el amor llegue también a Lord Alfred…)

Puso la mano en el pecho y cerró los ojos.
Pensando solo en su amado, Sierra hizo resonar su voz por todo el teatro de ópera.

La canción de amor cuya letra y música compuso su padre, y que Alfred había colocado en una caja de música.
Una pieza que el torpe en todo salvo en la música de su padre escribió para transmitir su amor a su madre.

—Para decirte mi amor, perdóname por ser alguien que no puede hacerlo con palabras, sino solo hilándolo con sonido. En esta canción deposito un amor por ti sin falsedad. Y sin embargo, por más melodías que teja, el amor por ti rebosa tanto que no basta. Gracias por estar a mi lado y amarme. Mientras esta vida me dure, seguiré cantando mi amor por ti.—

Ahora que tenía al ser amado, comprendía muy bien los sentimientos que su padre puso en esta pieza.
Aunque Sierra transmitía sus sentimientos con total rectitud, ni con cuántas palabras o canciones alcanzaba para expresar su amor por Alfred.
Solo con «te amo» no podía transmitirlo.
Eso la impacientaba, y a la vez le resultaba entrañable.
No hacía falta contarlo todo ahora.
A lo largo del futuro, con mucho tiempo, podría volcarle este amor.

(Por eso, yo tampoco tenía por qué apresurarme…)

Sierra se estaba precipitando, pensando en convertirse pronto en un matrimonio «de verdad».
Pero no solo el unirse los cuerpos hace a los esposos.
Si los corazones se superponen de verdad, ellos ya son un matrimonio digno.
Solo debía confiar en Alfred, que la tenía en gran estima.

—Quiero ver a Lord Alfred…—

Eso era lo único que Sierra deseaba con fuerza en ese momento.
Verlo pronto y abrazar a su amado.
Ser rodeada por esos fuertes brazos.
Y que con esa voz que tanto amaba disipara sus inquietudes.
De los ojos de Sierra cayeron lágrimas al pensar en Alfred.

『Tu “canto de amor” es muy hermoso.』

Una voz que no parecía de este mundo sonó al oído de Sierra.
Justo después, el escenario fue envuelto en una luz deslumbrante.

Y, en el instante siguiente, la figura de Sierra, que hacía resonar su bella voz sobre el escenario, había desaparecido.