El matrimonio problemático del Duque vendado - Capítulo 7

Capítulo 7 – La promesa con el rey

Una niña, llorando, se adentró en el “Bosque Maldito”, al que se prohibía la entrada a cualquiera.

En ese bosque estaban arraigados el resentimiento y el odio de las brujas de tiempos antiguos, y quienes entraran serían maldecidos por ellas. No había garantía de volver a salvo.

Pero precisamente por eso, la niña entró en ese bosque.

Porque el mundo feliz que la niña veía… se había destruido por culpa de ella misma.

“Siendo así… estaría bien que me maldijeran…”

La niña, impulsivamente, pensó así.

—Si tan solo no hubiera visto nada… ¡ah…!

Las palabras que la niña, sollozando en el “Bosque Maldito”, pronunció… llamaron sobre sí misma la maldición de las brujas.

Su visión se volvió completamente negra en un instante, y ya no pudo ver nada.

Y entonces, la niña sintió alivio. Ya no tendría que ver un mundo donde la felicidad se rompía.

Pero aquella oscuridad era demasiado profunda… y comenzó a corroer el corazón de la niña.

Y fue un niño desconocido quien salvó a la niña que vivía en ese mundo de oscuridad.

—Tranquila… Todo estará bien… seguro que estarás bien.

Como una luz que ilumina la oscuridad, la voz del niño trajo a la niña de vuelta a un mundo cálido.

◇

Sintiendo la luz del sol entrando en la habitación, Sierra se incorporó.

—Puede que me haya ganado su desprecio…

Anoche, sin poder evitarlo, Sierra terminó confesándose a Alfred, aferrándose a él como una niña caprichosa que no quería separarse.

Siendo que ella misma, junto con el rey Zylac, había llevado adelante este matrimonio sin el consentimiento de Alfred… al menos quería hacer algo por él.

Pensando en ello, ahora no podía evitar arrepentirse de haber actuado de manera tan inapropiada.

Por esa razón, casi no había podido dormir.

Solo podía rezar para que sus ojeras no fueran demasiado notorias.

Sin embargo… Alfred, lejos de enfadarse, incluso la había cargado en brazos hasta su cama.

Solo recordando la firmeza de los brazos de Alfred, su rostro se sonrojaba.

Y, aunque usara palabras frías, aquella voz grave seguía resonando dulcemente en el corazón de Sierra.

Desde hace diez años… la voz de Alfred siempre le había dado a Sierra una cálida luz.

—Aunque me odie… aunque me diga que soy una molestia… yo quiero estar al lado de Lord Alfred. Además…

Para avanzar con su matrimonio con Alfred, Sierra había hecho una promesa al rey Zylac.

Sierra recordó aquella reunión secreta con el rey, de hace unos meses.

Cuando le confesó que Alfred era su primer amor, por alguna razón, Zylac se mostró entusiasta. Y, entre risas, dijo algo asombroso.

—Si lo deseas de verdad… puedo emitir una orden real para que te cases con Alfred, Sierra. A cambio… quiero que protejas a ese tipo.

Decía que, aunque fuera en contra de los sentimientos de Alfred, lo casaría con ella por orden real.

Todo… para proteger a Alfred.

Para Sierra, era como un sueño hecho realidad, pero… ¿qué significaba exactamente “protegerlo”?

—Alfred está solo… Y aun así, solo consigue hacerse de enemigos…

Dijo Zylac con una sonrisa amarga.

Rechazando a otros, rodeado de horribles rumores… Pocos eran los que sentían afecto por el “Duque Vendado”.

Por más que Sierra tratara de decir que Alfred era una persona maravillosa, nadie la escuchaba.

La gente no podía aceptar la extraña apariencia de Alfred… solo lo temían.

Ni siquiera intentaban ver qué había tras esas vendas.

No querían conocer su verdadero corazón.

Aun así, temblando de miedo… las personas solo se dedicaban a propagar rumores horribles sobre el “Duque Vendado”.

La alta sociedad podía verse brillante… pero también exponía lo peor de la naturaleza humana.

Por eso… Zylac le dijo a Sierra que lo protegiera.

Como rey, no podía defender abiertamente a Alfred. Pero Sierra… que lo amaba… sí podía ser su aliada.

—La voz de tenor de Lord Alfred… es mi propia vida. ¡Yo lo protegeré, pase lo que pase!

Si la existencia de Sierra podía aliviar, aunque fuera un poco, la soledad de Alfred…

Por eso, Sierra decidió despedirse de aquellos días de solo música y canto, y convertirse en la novia del “Duque Vendado”, para proteger al hombre que amaba.

—…Así es. ¡No puedo quedarme deprimida!

Con determinación, Sierra se puso de pie y llamó a Merina, que la esperaba en la habitación contigua.

—Merina, ¿podrías ayudarme a arreglarme?

Asintiendo a la voz de Sierra, Merina comenzó a moverse con destreza.

Ayudó a Sierra a cambiarse a un vestido más cómodo y la sentó frente al tocador.

Sierra trató de imaginar su reflejo en el espejo, pero no tenía una imagen clara de cómo era su propio rostro después de haber crecido.

—Hoy lleva un vestido rosa, que combina muy bien con su cabello, señorita Sierra. Bueno… parece que anoche no durmió mucho. Tiene unas pequeñas ojeras.

Como era de esperar… Merina lo notó de inmediato.

Sierra encogió los hombros mientras respondía:

—Estaba demasiado emocionada como para dormir… ¿Se nota mucho?

—Con un poco de maquillaje, no habrá problema.

Aliviada por las palabras de Merina, Sierra se quedó pensando distraídamente.

—¿Qué tipo de mujer le gustará a Lord Alfred?

Como el “Duque Vendado”, no había ningún rumor de romance sobre él.

Aunque sí existían habladurías… como que traía mujeres jóvenes a su mansión para recolectar piel humana.

—Señorita Sierra, usted ya es suficientemente encantadora tal como es. No hay forma de que Lord Alfred no termine enamorándose de usted.

A pesar de haber estado en contra ayer, parecía que Merina finalmente había decidido apoyar completamente a Sierra.

—Gracias, Merina. ¡Voy a dar lo mejor de mí!

Sierra apretó el puño con fuerza, llena de determinación.

Solo de pensar en él… ya añoraba escuchar esa voz grave y agradable.

Quería seguir escuchándola para siempre… pero, si lo hacía, sentía que sus piernas podrían flaquear.

La voz de Alfred… no solo acariciaba sus oídos… sino que también derretía dulcemente su corazón.

Por mucho que quisiera embriagarse de esa voz… siendo rechazada por él, era un sueño imposible.