El matrimonio problemático del Duque vendado - Capítulo 55

Capítulo 15 – La propuesta de la princesa

—Ahora que lo pienso, princesa Isabella, ¿desde cuándo conoce usted a Lord Alfred?

—¿Desde cuándo será…? Pero hace aproximadamente un año escuché los rumores sobre el “Duque Vendado”. Nunca lo había visto, pero me parecía un caballero envuelto en misterio, tan elegante… pensé que era realmente fascinante. Ah, pero señora Sierra, no lo malinterprete. No es amor ni nada por el estilo. Supongo que sería más una especie de admiración. A veces yo también desearía poder ocultar quién soy realmente y convertirme en otra persona…

Aunque hablaba con una sonrisa, en las últimas palabras de Isabella se percibía una sombra de sufrimiento.

Estaban ocurriendo cosas como acoso a su alrededor, se hablaba de maldiciones, y el asunto estaba escalando hasta convertirse en un conflicto entre naciones.

Quisiera o no, mientras fuera princesa, Isabella sería colocada en el centro de todo.

Probablemente habría momentos en que desearía huir de sí misma como princesa.

Tal vez su actitud fría en las recepciones sociales, llenas de personas desconocidas, era su forma de protegerse.

—Princesa Isabella, ¿le gustan las rosas?

Sierra sonrió, observando la habitación.

En la habitación privada de Isabella no solo había papel tapiz y muebles con diseños de rosas, sino también jarrones con magníficas flores de esta especie.

Las rosas eran la flor nacional del Reino Ronatia, y también un producto especial.

No era raro que estuvieran en la habitación de una princesa, pero en esta cantidad dejaba ver que era más que simple decoración.

—Sí, me encantan. Pero… solo las rosas que yo cuidaba se marchitaron por completo.

Diciendo eso, Isabella bajó la mirada.

Edward también había dicho que al principio se trataba de cosas que podían pasar, como mal clima o el marchitamiento natural de las plantas.

—Debe haber sido muy doloroso.

—Tal vez simplemente no tengo la habilidad para cuidarlas…

Isabella esbozó una sonrisa forzada.

Puede que el mal clima fuera casualidad, pero que las rosas que cuidaba con esmero murieran… probablemente fue algo provocado.

Quizás ahí fue cuando comenzó la puesta en escena de la maldición.

—Princesa Isabella, si hay algo en lo que pueda ayudar, por favor, dígamelo.

—Gracias, Sierra. En ese caso, ¿podrías ser mi amiga desde hoy en adelante?

—Por supuesto que sí.

Sierra le devolvió una sonrisa, intentando calmar su inseguridad.

—Princesa Isabella, no solo cuenta con mi esposa. También me tiene a mí. Si necesita algo, no dude en acudir a nosotros.

Siguiendo a Sierra, Alfred también asintió con firmeza.

—Muchas gracias a los dos. Me hace muy feliz.

Isabella sonrió con los ojos ligeramente humedecidos.

(Pensé que pedirle a Sierra que se hiciera amiga de la princesa sería solo una carga…)

El hecho de que Isabella fuera tan abierta con Sierra hizo que Alfred se sintiera aliviado por dentro.

Aunque fue una petición de Edward, si Sierra se hubiera negado sinceramente, Alfred la habría respaldado.

Pero su bondadosa y adorable esposa, preocupada por Isabella, aceptó con una sonrisa.

Como Alfred no era muy hábil conversando, la charla fluía con naturalidad entre Sierra e Isabella.

—También me encantaría escuchar a Sierra cantar. Una cantante bendecida por la diosa… debe ser algo maravilloso.

—Sí. La voz de Sierra es tan hermosa que no hay palabras para describirla, realmente reconforta el alma.

Ante las palabras de Isabella, Alfred asintió vigorosamente.

Sierra, algo avergonzada, negó con la cabeza y dijo que era una exageración.

—Pero si su voz es tan maravillosa, merece un escenario apropiado, ¿no?

—Entonces, ¡por favor permítame cantar en su ceremonia de boda, princesa Isabella!

Si todo se resolvía y la princesa podía casarse sin contratiempos con el Reino Vanzell, quería ofrecerle una canción para celebrar su felicidad.

—¡Gracias! Me haría muy feliz.

Parecía que los sentimientos de Sierra habían llegado a Isabella, quien se llevó los dedos a los ojos y expresó su gratitud.

—¿La comida del Reino Ronatia fue de su agrado?

Los platos habían sido retirados de la mesa, y fue entonces que Isabella preguntó.

—¡Sí! Estaba todo delicioso. Muchas gracias, princesa Isabella.

—El Reino Vanzell también tiene cocina marítima, pero sí, la frescura era incomparable. Todo estuvo excelente. Le agradezco por compartir el almuerzo con nosotros.

Ambos agradecieron por la comida.

No podían quedarse por siempre en la habitación privada de la princesa.

Justo cuando pensaban que era hora de retirarse, Isabella abrió la boca con los ojos brillantes.

—Ahora que recuerdo, ¿ustedes vinieron al Reino Ronatia por su luna de miel, verdad? ¿A dónde han ido?

No era posible responder que no habían tenido tiempo por todos los problemas.

Así que Alfred simplemente negó con la cabeza de manera ambigua.

—No, aún no hemos ido a ningún lado…

—¡Oh, eso no puede ser!

Diciendo eso, Isabella susurró algo al oído de su doncella, que estaba de pie en la habitación.

Luego, con una sonrisa radiante, miró a Alfred y a Sierra.

—¡Entonces, vayamos al jardín botánico!

Ante su propuesta inesperada, Alfred y Sierra se quedaron boquiabiertos.

—La verdad es que últimamente, debido a todo lo que ha pasado, no he salido casi nada. Pero mientras comíamos con ustedes, no pasó absolutamente nada. Tal vez fue gracias al “Duque Vendado”. Si es así, entonces podríamos demostrar que no hay tal cosa como una maldición del Reino Vanzell. Eso es lo que pensé. Pero también sé que podría causarles molestias a ustedes… ¿aun así, estaría mal pedirles esto?

Ya veo, pensó Alfred.

Lo que más le preocupaba era que, si sucedía algo mientras estaban juntos, todo se atribuyera a la maldición del Reino Vanzell.

Pero viéndolo al revés, si no pasaba nada mientras estaban con el “Duque Vendado”, podrían decir que no había ninguna maldición.

Y si atrapaban al verdadero culpable, podrían resolver el problema de raíz.

Si estaban cerca de Isabella, a quien claramente apuntaban los incidentes, tendrían una oportunidad.

Isabella comprendía que lo que ocurría no era una maldición, sino obra de alguien que quería sabotear la relación con Vanzell.

—Tiene razón. Queremos que la princesa Isabella pueda venir al Reino Vanzell sin ninguna preocupación… Sierra, yo quisiera aceptar esta propuesta. ¿Y tú?

—Yo también estoy de acuerdo. Las maldiciones no hacen feliz a nadie.

Sierra asintió a la propuesta de Alfred.

Las maldiciones no hacen feliz a nadie.

Ambos, que alguna vez se maldijeron a sí mismos en el “Bosque Maldito”, compartieron una sonrisa de entendimiento.

—¡Qué bien! ¡El jardín de rosas allí es realmente precioso!

Dicho eso, Isabella mostró una sonrisa llena de felicidad.