El matrimonio problemático del Duque vendado - Capítulo 49

Capítulo 9 – Conversación secreta con el príncipe

Cuando terminó el baile y regresaron al salón de invitados, un emisario del príncipe apareció de inmediato.

Alfred le hizo un gesto a Sierra para tranquilizarla y se dirigió hacia la habitación privada del príncipe.

En los techos del pasillo colgaban espléndidas decoraciones doradas y murales pintados.

Con ese nivel de arte, no cabía duda de que pintores del Reino de Vanzell habían participado.

Por supuesto, también los antepasados de la familia Besqueler, que trabajaron en su diseño.

(Hasta los detalles de las paredes y los techos están cuidadosamente trabajados… Algún día me gustaría diseñar un palacio también.)

Frente a la gran técnica y arte de sus antepasados, la sangre de artesano en Alfred comenzaba a hervir.

No importaba cuánto aprendiera ni qué herramientas de última generación usara, sentía que jamás podría superar las construcciones que sus antepasados habían dejado atrás.

¿Algún día podría alcanzarlos?

¿A aquellos de la familia Besqueler que alguna vez recibieron la bendición de Musearia?

Mientras estaba sumido en sus pensamientos, parece que había llegado a la habitación del príncipe.

—Con permiso.

Siguiendo al emisario, Alfred entró en la habitación.

El papel tapiz y las alfombras estaban decorados en un profundo azul, y el ambiente de la habitación transmitía la calma de las profundidades del mar.

—Siento haberte llamado desde el primer día de tu viaje de bodas.

—No hay problema.

—Vamos, toma asiento.

Edward lo recibió con una sonrisa, y Alfred se sentó en la silla frente a él.

El baile había terminado, y parecía que Edward ya estaba descansando en su habitación.

Se había quitado la chaqueta y aflojado un poco el cuello de su camisa.

En cambio, Alfred, por respeto al príncipe, mantenía su atuendo de gala tal como lo había llevado durante el baile, sin una sola arruga.

Quizás estaba demasiado tenso frente al relajado Edward.

—Durante el baile, los vi muy unidos. Me alegra verlos tan felices.

Mientras decía eso, Edward le ofreció una copa de vino tinto a Alfred.

Era un vino de alta calidad, producido en el Reino de Ronatia.

—…Le agradezco.

Brindaron ligeramente, y Alfred llevó el vino, de aroma intenso, a sus labios.

Era muy fácil de beber, aunque seguramente de alto contenido alcohólico.

Aunque Alfred no era débil para el alcohol, no podía permitirse ser embriagado por el príncipe de otro país.

—Iré al grano. Te he llamado por un tema relacionado con los sucesos extraños que ocurren en torno a mi hermana.

El ambiente relajado se tensó de golpe.

—Aún no sé con exactitud de qué se trata, pero puedo asegurar que el Reino de Vanzell no está involucrado en absoluto.

Aunque todavía no sabía cuál era la intención de Edward, lo primero era dejar claro que el Reino de Vanzell no tenía intención alguna de perjudicar al Reino de Ronatia.

Si en esta situación se sospechaba de Alfred y los suyos, también Sierra estaría en peligro.

—Lo sé. Fui yo quien le informó al rey Zylac que dentro del Reino de Ronatia estaban circulando rumores desagradables sobre el Reino de Vanzell.

—…¿Fue usted?

La fuente de información de Zylac era Edward.

Si se tratara solo de rumores, podría haberse ignorado, pero viniendo directamente del príncipe, Zylac no podía quedarse sin actuar.

—Y entonces pedí que enviaran a alguien de confianza. El que vino fuiste tú. Bueno, también es cierto que Isabella dijo que quería conocer al “duque vendado”.

—¿Por qué haría algo así?

—¿Te preguntas por qué involucrar al Reino de Vanzell solo por rumores, y más si se trata de mi hermana?

—No es eso… Solo pensé que, si necesitaban pedir ayuda, la situación debía ser bastante grave. Además, la princesa Isabella está comprometida con el príncipe Christoph. El Reino de Vanzell también debería preocuparse por esto. Lo que me desconcierta es por qué el príncipe Edward ha hecho tanto por el Reino de Vanzell…

Todavía no conocía los detalles sobre los rumores ni sobre lo que le había ocurrido a Isabella.

Sin embargo, que Edward informara voluntariamente sobre los rumores que circulaban en su propio país al Reino de Vanzell implicaba un gran riesgo.

Decir que confiaba profundamente en Vanzell sonaba bien, pero Alfred no podía evitar pensar que tal vez había otra intención oculta.

—Me alegra ver que el rey Zylac eligió correctamente.

La atmósfera en torno a Edward se suavizó repentinamente, dejando a Alfred algo desconcertado.

—Yo solo deseo mantener una relación amistosa con el Reino de Vanzell. No quiero convertirme en un tonto que se deja manipular por rumores sin fundamento. Creo que alguien está intentando romper la relación entre nuestros países con mentiras. Si hay alguien del Reino de Vanzell presente, podremos comprobar qué es cierto y qué no. Además, necesito que Isabella se case correctamente con tu país.

El Reino de Vanzell importaba casi todos sus recursos de vida del Reino de Ronatia.

Pero a cambio, exportaba muchas tecnologías, lo que hacía que ambas naciones tuvieran una relación de igual a igual y mantuvieran su amistad.

Eso no quería decir que no hubieran tenido roces como naciones.

Ya habían discutido varias veces por temas como impuestos de importación/exportación o el envío de técnicos.

Sin embargo, no se había producido una ruptura porque los beneficios de mantenerse como aliados eran mayores.

(¿La princesa Isabella es una pieza clave para mantener el equilibrio entre ambos países…?)

Y aun así, era precisamente la existencia de Isabella la que estaba por provocar una grieta con el Reino de Vanzell.

Tanto Ronatia como Vanzell no deseaban ver su relación desmoronarse.

Alfred pensó que lo mejor sería cooperar con Edward.