El matrimonio problemático del Duque vendado - Capítulo 34

Capítulo 34 – La dicha de caminar juntos

—…¿Crees que me habrá aceptado?

Alfred murmuró esas palabras con un leve suspiro.

Su voz temblaba ligeramente por la inseguridad, así que Sierra se acercó a él con cuidado.

Alfred aún no estaba acostumbrado a relacionarse con otros mostrando su verdadero rostro, así que seguramente estuvo muy nervioso al enfrentarse al padre de Sierra.

Aun así, le habló con palabras tan sinceras y hermosas.

Conmovida, Sierra tomó su mano con calidez.

—Lord Alfred, muchas gracias. Mi padre solo… aún no ha sido capaz de desprenderse de su hija. Desde el momento en que decidí convertirme en su esposa, él ya lo había aceptado…

Desde aquel accidente, hacía diez años, el padre de Sierra se había vuelto excesivamente protector con ella.

Los médicos consideraron que la pérdida de visión de Sierra fue un caso de ceguera psicógena, causada por el trauma de la muerte de su madre.

Por eso, su padre trató de amarla el doble, también por la parte de su madre.

Y su hermana mayor, pese a estar pasando también por momentos difíciles, siempre fue amable con Sierra.

Su hermana ya estaba casada con un joven músico, con hijos, y vivía felizmente.

Sin embargo, su padre jamás le propuso a Sierra ningún compromiso matrimonial.

Sabía que, desde hace diez años, Sierra estaba enamorada de un joven que la ayudó —un chico cuyo nombre ni siquiera conocía—.

Y ese joven resultó ser Alfred.

Su oposición había sido solo una formalidad. En el fondo, confiaba en que aceptaría al hombre que Sierra eligiera.

Simplemente… su corazón aún no estaba listo.

Tener un padre que la ama tanto, y a una persona con quien desea compartir su futuro… Sierra se sentía profundamente afortunada.

—Sierra… soy yo quien debe agradecerte. Desde que te conocí, mi mundo cambió. Por primera vez, puedo decir desde el fondo del corazón que soy feliz.

—Oh, Lord Alfred… yo siento lo mismo.

Sierra sonrió con dulzura y se abrazó a Alfred con fuerza.

Pudo oír el ritmo algo acelerado del corazón de él.

Y el suyo también latía con fuerza, al sentir el calor del cuerpo de Alfred.

Notaba el calor en sus mejillas y sabía que estaba sonrojada.

—Soy muy feliz de poder estar contigo, Lord Alfred…

Alfred le devolvió el abrazo, rodeándola suavemente con sus brazos.

Sierra cerró los ojos, sintiendo ese cálido abrazo.

Mientras estuviera dentro de ese calor… todo estaría bien.

De verdad, lo creía desde el fondo del corazón.

—…Muy bien. Entonces, vayamos juntos a saludar otra vez al padre de Sierra.

Sierra asintió con una sonrisa ante las palabras de Alfred. Pero cuando salieron de la habitación, su padre ya se había marchado, reanudando su viaje musical.

—Al parecer, había abandonado un recital importante para venir hasta aquí… El barón anfitrión se enojó muchísimo y envió a sus soldados personales a buscar al señor Legato para llevárselo de vuelta.

Merina le explicó a Sierra con una sonrisa resignada, mientras ella buscaba con la mirada a su padre.

Ahora entendía por qué había llegado tan alterado.

—¿Ya se fue…? Entonces, tendré que ir a visitar la casa del conde Kurufelt en otra ocasión.

Dijo Alfred, con una mirada suave.

Él, que solía evitar a las personas, ahora hablaba de ir por su cuenta a casa de otros.

Y además, la primera casa que visitaría sería la de los padres de Sierra.

—¡Sí!

Sierra respondió con entusiasmo.

Y así, los dos comenzaron a prepararse para el concierto.