El matrimonio problemático del Duque vendado - Capítulo 28

Capítulo 28 – El vengador del pasado

Ya no podía permitirse perder aquello que le era verdaderamente valioso.

Lord Alfred cabalgaba movido por una creciente sensación de ansiedad.

El frío del invierno no representaba ningún obstáculo para alguien como él, cubierto de vendajes.

『Lord Alfred』

Una dulce voz que lo llamaba por su nombre, que daba prueba de su existencia… hacia su amada esposa.

¡Rápido! ¡Más rápido! Antes de que alguien más vuelva a arrebatársela.

Sintiendo la urgencia de su amo, el caballo respondió con una velocidad que sobrepasaba sus límites.

Un viaje que normalmente tomaría al menos dos días, Lord Alfred lo completó en uno solo.

La casa ducal de Besculet, teñida por el color del crepúsculo.

La mansión que tan bien conocía, los paisajes familiares.

Y sin embargo… ¿por qué este presentimiento le agitaba el pecho?

—Demasiado silencio…

Sí, esta escena tan familiar era la misma de antes de que Sierra llegara como su esposa.

Desde su llegada, la mansión se volvió más luminosa.

Cada día, su canto transformaba el ambiente del lugar.

Y ahora, esa presencia no se sentía.

Una sensación de vacío le oprimía el pecho.

—…¡Sierra!

Abriendo de golpe la puerta principal, gritó en el vestíbulo.

Solo su voz resonó en el aire.

De inmediato se dirigió a los aposentos de Sierra.

Pero ella no estaba.

La cama en su dormitorio estaba algo desordenada.

Sintiendo una oleada de ira, Lord Alfred dio media vuelta… y entonces, algo captó su vista.

Una pequeña caja decorada con un lazo y una nota firmada por Sierra.

『Para Lord Alfred:

　Para que nunca pierdas tu lugar en el mundo.

　　　　　　　　　　　　　　　　　　　　　—Sierra』

Sin pensarlo, Lord Alfred abrió la caja en busca de cualquier rastro de ella.

Dentro había una campanita de un suave tono azul claro y transparente.

Al hacerla sonar, producía un delicado tintineo: riiin…

Tan pequeña que cabía entera en la palma de su mano.

—Solo tú podrías regalarme algo tan tierno…

Guardó la campana en el bolsillo y volvió a correr por la mansión.

Y entonces, vio una puerta cerrada con una cadena desde fuera.

Era el comedor.

Usando la lanza de una armadura decorativa del pasillo, Lord Alfred forzó la cerradura.

Dentro, Gordon, Merina y los caballeros estaban desmayados.

Sierra no estaba.

—Esto es…

El ambiente era extraño.

Las ventanas estaban completamente cerradas, impidiendo el paso del viento.

Y el fuego de la chimenea… ardía en azul.

Lord Alfred frunció el ceño ante el olor punzante en el aire.

No había duda de que la leña del hogar contenía algo tóxico.

Abrió las ventanas y apagó el fuego de inmediato.

Comprobó la respiración de cada uno de los caídos y soltó un suspiro de alivio.

Tenían mal color, pero ninguno había muerto.

Si hubiera tardado más en volver, todos podrían haber muerto.

—¿Qué demonios ocurrió…?

¿Dónde está Sierra? ¿Está a salvo?

La ansiedad hacía que su corazón se desbocara.

Pero no podía simplemente dejarlos allí, así que Lord Alfred cargó uno por uno a una habitación vacía cercana.

—…Lord Duque, lo siento mucho. No pude proteger a Lady Sierra…

El movimiento del cuerpo despertó a Koldy, quien recuperó la conciencia.

El caballero serio fue el primero en hablar, con el rostro hundido en remordimiento por no haber cumplido su deber.

—¿Qué sucedió? ¿Dónde está Sierra?

—…Anoche, vino un hombre pidiendo ayuda, diciendo que había sido atacado por bandidos… Cuando intentamos escuchar su historia, nos hizo oler algún tipo de droga…

Al ver la expresión de impotencia en el rostro de Koldy, Lord Alfred entendió que había perdido el conocimiento antes de poder ver qué pasó con Sierra.

Rechinando los dientes, procesó rápidamente la información.

—¿Cómo era ese hombre?

—Cabello negro… delgado…

Una imagen se formó en su mente: un hombre que no debía existir.

Un espectro riendo en su cabeza.

—Ya veo. Entiendo. Descansa por ahora.

—…Ya puedo moverme. Aunque soy un escolta inútil, protegerlo es mi deber, Lord Duque. Al menos puedo ser su escudo…

Con el rostro serio, Koldy forzó su tembloroso cuerpo a ponerse de pie.

—Basta. Si te llevo en ese estado, Sierra me regañará.

Lord Alfred sonrió ante la expresión decidida de Koldy, que parecía dispuesto a lanzarse a la muerte.

Aunque con los vendajes en su rostro, aquella sonrisa probablemente no se notara.

Sierra, de corazón amable…

Aunque solo haya sido por unos días, si algo le pasara a un caballero que estuvo a su lado, seguramente se culparía.

Al final, incluso a los caballeros que había llamado para protegerla, Lord Alfred los había dejado entrar en su mundo.

—No puedo permitir que sigan haciendo lo que quieran en esta mansión. Koldy, quédate aquí y protégelos a todos.

—…Sí. Esta vez, lo haré bien.

Koldy hizo una profunda reverencia.

Su cuerpo todavía temblaba por no estar en condiciones, pero sus ojos fijos en Lord Alfred transmitían una firme determinación.

—Te lo encargo.

Cuando estaba por salir de la habitación, notó una carta en la mano de Merina, la doncella de Sierra.

Sintiendo una intención clara, Lord Alfred la abrió de inmediato.

Instantes después, la hizo trizas con furia.

Y sin perder tiempo, corrió hacia el lugar donde sabía que ese hombre lo estaría esperando.

『Tu dulce cantante entonará su melodía en la última velada del “Duque Vendado”.』

No había forma de olvidar aquella caligrafía. Era de Mardial.

“El canto” implicaba que probablemente Sierra aún estaba viva.

Pero si Mardial actuaba movido por venganza, devolverla con vida no parecía parte de sus planes.

—A ti no te entregaré a Sierra…

Hace diez años, fue ese hombre quien sonrió con crueldad ante la explosión del barco.

Hace cinco años, cuando creyó haberlo acorralado, ese hombre se quitó la vida sin resistirse.

Y sin embargo, por alguna razón… seguía con vida.

No sabía cómo había sobrevivido a aquella caída desde el acantilado, pero estaba vivo.

Esta vez sí. Pondría fin a su vida. Cumpliría su venganza.

Si podía recuperar la sonrisa de Sierra, no le importaba mancharse de oscuridad.

Incluso si eso significaba… que ella se alejara de su lado.