El matrimonio problemático del Duque vendado - Capítulo 25
Capítulo 25 – El momento del juicio
En el gran salón del Palacio Vanzell, se habían reunido unos treinta nobles, desde poderosos hasta de rango inferior.
El rey estaba sentado en el trono, desde el cual podía observar todo el salón, y miraba a todos con una actitud autoritaria.
En realidad, el rey Zylac tiene una personalidad afable, pero sólo muestra ese lado a un puñado de personas.
—Tal como exigieron, he convocado al Duque de Besqueler. Juzguen por ustedes mismos si es un impostor.
Cuando el rey hizo una señal con la mano, se abrieron las puertas del gran salón, y apareció el “Duque Vendado”, cubierto con vendas por todo el cuerpo.
El blanco de las vendas y el traje formal negro.
Era como si un muerto llevara ropa de luto.
Algunos nunca habían visto esa figura antes, y soltaron pequeños gritos de lo inquietante que era.
Sin embargo, la mayoría ya estaba acostumbrada a esa apariencia.
—Bien que tienes el descaro de presentarte aquí, ¡impostor!
—¡Robaste el título de Duque de Besqueler y engañaste al rey! ¡Debes ser castigado!
Los nobles reunidos comenzaron a insultarlo sin siquiera considerar la posibilidad de que fuera el verdadero.
Aun rodeado de esos hombres, el “Duque Vendado” permanecía sereno.
—Soy, sin lugar a dudas, Alfred Besqueler, el primogénito de la Casa Ducal de Besqueler.
En cuanto abrió la boca, los nobles comenzaron a alborotarse sin saber quién había comenzado.
—¡Entonces quítate esas vendas y muéstranos tu rostro!
Para los nobles, esa era una exigencia perfectamente razonable.
—Si yo me quitara estas vendas, ¿acaso alguno de ustedes podría reconocerme como Alfred Besqueler? ¿Alguien aquí recuerda mi rostro? Si lo hay, por favor, que se adelante.
El “Duque Vendado” habló con calma, aunque con una ira silenciosa en sus palabras.
En ese lugar, no había nadie que conociera a “Alfred”.
—¿No hay nadie, cierto? Nunca me he encontrado con ustedes antes. Entonces, ¿por qué intentaron juzgarme como un impostor?
Diciendo esto, el “Duque Vendado” dio un paso firme hacia el círculo de nobles.
—Marqués Growell, tú tienes la mina. Conde Ganos, tú, la compañía comercial. Conde Raits, tú, los cuadros…
El “Duque Vendado” comenzó de repente a enumerar las propiedades privadas de cada uno de los nobles reunidos.
—Todo eso pertenecía originalmente a la Casa del Marqués de Beames. Sí, hace cinco años, cuando la Casa Beames cayó en desgracia, esas propiedades iban a ser confiscadas. Sin embargo, cuando se llegó al punto de la incautación, todas habían sido transferidas. Fueron aceptadas porque los documentos eran oficiales, pero ¿por qué ahora están aquí personas relacionadas con la Casa Beames? ¿Es coincidencia?
Hace cinco años, la Casa del Marqués de Beames fue despojada de sus tierras y de su título.
Y en ese mismo periodo, el jefe de la casa, Mardial, perdió la vida. Fue un accidente desafortunado.
Los aquí reunidos eran personas a quienes Mardial, previendo que su poder se desvanecía, les había transferido sus bienes.
Les pidió que algún día, cuando recuperara el poder, le prestaran apoyo.
Aquellos que se beneficiaron de la generosidad del marqués Beames no lo rechazaron.
Los nobles miraban al “Duque Vendado” como si estuvieran presenciando algo aterrador.
¿Qué es lo que está intentando decir?
Tragaron saliva.
Ellos debían ser quienes emitieran el juicio, y sin embargo, ¿por qué estaban tan nerviosos?
Un noble, tratando de recobrar la compostura, abrió la boca para contraatacar.
Era el Marqués Growell, famoso por su obstinación.
—¡Hace cinco años, Lord Mardial descubrió que eras un impostor y fue asesinado! ¡Lo sabemos por una fuente confiable!
Aprovechando esas palabras, los nobles atemorizados comenzaron a asentir y repetir “¡Así es!”.
—¿Y esa fuente confiable es realmente de fiar?
—Más confiable que tú.
—¿Es así? Entonces, aunque es engorroso, demostraré que soy el jefe de la Casa Ducal de Besqueler.
Al escuchar eso, los nobles se tensaron, preguntándose qué iba a hacer.
El “Duque Vendado” sacó un formón y un trozo de madera de dentro de su ropa negra, y empezó a tallar algo.
Sus movimientos eran refinados, sin desperdicio alguno.
Una técnica tan depurada no podía adquirirse de la noche a la mañana.
—El orgullo de la Casa Besqueler es crear y sustentar obras de arte elaboradas para el rey y el pueblo. Esta técnica ha sido transmitida de generación en generación. Esto es una réplica de una mariposa tallada que hice hace diez años. Ahora puedo hacerla con mayor precisión, pero no puedo cambiar mis hábitos. La obra original fue ofrecida al rey, así que pueden pedirle verla. No me importa que la comparen.
Con manos vendadas, y una visión limitada por los vendajes, él creó en unos pocos minutos una mariposa que parecía lista para echar a volar desde el trozo de madera.
En un país donde se valora el arte, no había nadie allí que no reconociera la habilidad y belleza de esa obra. Todos los presentes quedaron cautivados por la mariposa.
Y ya nadie podía llamarlo impostor.
—…Esa técnica… es auténtica.
En otras palabras, el “Duque Vendado” era sin duda Alfred Besqueler, el legítimo heredero del título de Duque.
Y si era el verdadero, entonces no tenía razón para incriminar a Mardial.
Lo cual contradecía las afirmaciones de esa “fuente confiable”.
Pero quedaba una pregunta.
Si era el verdadero, había algo que nadie podía entender.
—¿Cómo lograste sobrevivir a aquella explosión?
La “Tragedia de la Casa Besqueler” fue un terrible accidente en el que miembros y artesanos de la familia, en presencia del rey, murieron cuando el barco en que viajaban explotó.
Ocurrió en el mar. No había lugar a dónde escapar.
—No estaba en ese barco.
Con esa sola frase, todos contuvieron la respiración.
Se suponía que las vendas eran consecuencia de las secuelas del accidente. Pero él no había estado en el barco.
Eso hacía que todo perdiera sentido.
¿Por qué entonces llevaba vendas sin razón?
Los nobles quedaron paralizados.
—¿Qué opinan? ¿Acaso no era acertado mi juicio? Este hombre es, sin duda, el jefe de la Casa Besqueler.
Con esas palabras del rey, la voluntad de los nobles se derrumbó.
—Deben asumir la responsabilidad por esto.
Los nobles habían intentado fabricar un crimen donde no lo había.
E involucraron al propio rey.
No escaparían a un castigo severo.
Algunos no se habían dado cuenta hasta ese momento, y comenzaron a alterarse, desesperados por justificarse.
—¡Nosotros también teníamos dudas!
—¡Si no podemos ver su rostro, no hay manera de confiar!
—¡Queríamos hacer justicia por Lord Mardial!
El rey los detuvo con una mano y preguntó tranquilamente:
—¿Y quién es esa fuente confiable?
Ante esa pregunta, todos callaron.
Y entonces la irritación y la furia del rey alcanzaron su punto máximo.
—¿Quieren acabar todos en el fondo del mar?
No lo dijo gritando.
Fue una frase tranquila, demasiado calmada, que hizo estremecer el corazón de los nobles.
—¡Es una persona llamada Maar!
Alguien lo dijo en voz alta, y todos asintieron.
Pero eso no bastaría para calmar al iracundo rey.
—Maar es un apodo. Si dicen que es de fiar, deben conocer su identidad.
Ante esa frase, como si se hubieran resignado, todos dijeron el mismo nombre:
“Mardial Beames.”
El nombre de un hombre que se suponía muerto desde hacía cinco años.
Y en el instante en que ese nombre fue mencionado, el “Duque Vendado” desapareció del gran salón.
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