El matrimonio problemático del Duque vendado - Capítulo 21

Capítulo 21 – Recuerdo inolvidable

—Buenas noches, Lord Alfred…

—Ah, gracias por hoy. Descansa bien.

Al observar el rostro dormido de su esposa, quien había participado con entusiasmo en la operación señuelo, las mejillas de Alfred se aflojaron sin darse cuenta.

—Debe de estar cansada hoy, así que déjala descansar bien.

—Sí, lo tengo presente.

Confiando el cuidado de Sierra a la doncella Melina, quien últimamente había comenzado a bajar un poco la guardia, Alfred salió del dormitorio de su esposa.

Frente a la puerta, había dos caballeros guardianes. A ellos también les confió la protección de Sierra, y luego Alfred regresó a su habitación.

Entonces, dejó escapar una sonrisa irónica y murmuró para sí mismo:

—Y pensar que solía rechazar tanto a los demás…

Ahora, había diez caballeros desconocidos en la mansión, y hasta les había delegado tareas.

Gracias a Sierra, quien extendía su mano sin importar cuántas veces fuera rechazada, Alfred había llegado a pensar que rechazar a otros era más problemático.

—…Así no puedo seguir.

Alfred no podía perdonarse a sí mismo de hace diez años.

Sin embargo, tras conocer a Sierra, había comenzado a desear de corazón ser perdonado.

Soñaba con poder sonreír junto a ella, quien le sonreía con tanta luz.

Se descubría a sí mismo deseando ser feliz.

Sus emociones ya no estaban bajo su control. Ya no tenía freno, y estaba tratando de dejar el pasado en el pasado.

—No lo olvides. Yo te odiaré hasta la muerte.

De pronto, una voz de un espectro del pasado resonó.

Era un recuerdo de odio, que se hallaba al final de una memoria que Alfred deseaba olvidar.

—Ah… es verdad. Hubo alguien que me odiaba.

Pero ese hombre murió hace cinco años.

Alfred fue testigo de su final.

Mardial Beames.
Jefe de la casa marquesal Beames, una familia que rivalizaba con los duques Besqueler.
Y el autor intelectual del accidente conocido como “La tragedia de la Casa Besqueler” de hace diez años.
El objetivo de venganza de Alfred.

No había otro hombre con un complejo de inferioridad y celos tan fuertes hacia la casa Besqueler como él.

Los seres queridos de Alfred fueron arrebatados por ese hombre.

Durante los cinco años después del accidente, Alfred, que había pasado tiempo en casa de Griella, aprovechó su cuerpo invisible para recopilar información sobre Mardial.

Con la desaparición de los Besqueler, Mardial había consolidado su estatus en la alta sociedad. Lo logró difundiendo rumores falsos sobre la familia Besqueler y apropiándose de todos los méritos.

Mardial había mancillado el orgullo de la Casa ducal Besqueler.

Alfred regresó a la alta sociedad para recuperar ese orgullo.

Y para vengarse de Mardial.

Sin embargo, aunque investigara los documentos del accidente, por supuesto, no había ninguna prueba que demostrara que Mardial era el autor intelectual.

Por eso, Alfred reunió todas las pruebas posibles de las fechorías y conductas corruptas que Mardial cometía en sus tierras, y lo acorraló.

Cuando la verdad de sus crímenes estaba a punto de salir a la luz, Mardial se suicidó. Justo frente a Alfred.

—Si ese hombre aún viviera, él sería mi primera sospecha…

Su objetivo de venganza ya no existía.

Murió sin que Alfred pudiera vengarse con sus propias manos.

Sin que pudiera hacer públicos sus crímenes.

Desde entonces, lo único que ardía en el pecho de Alfred era odio y frustración.

—Hasta que conocí a Sierra.

—¿Cómo puede Sierra sonreír con tanta felicidad estando al lado de alguien como yo?

Mientras pensaba en Sierra, quien le había traído luz a él, que estaba hundido en un mar de desgracia, Alfred comenzó a reflexionar sobre el problema actual.