El matrimonio problemático del Duque vendado - Capítulo 15

Capítulo 15 – La distancia que se acortó

—El hecho de haberte salvado fue… hace ya diez años. El yo de ahora… no es el mismo que en aquel entonces.

Ante esas palabras, Sierra quedó desconcertada.

La esencia de Alfred no había cambiado en absoluto.

Un hombre amable, capaz de preocuparse sinceramente por los demás.

Una persona torpe, que solo sabía sacrificarse para no herir a otros.

—Es cierto… me enamoré del Lord Alfred de hace diez años. Pero… al reencontrarnos, me enamoré aún más del Lord Alfred de ahora.

A los ojos de los demás, Sierra solo era una pobre ciega digna de lástima o compasión.

Y aun así… para Alfred, Sierra era una chica feliz.

Alfred no veía a una pobre joven ciega… veía a Sierra como ella misma.

Sierra era ciega por su propio error, por su responsabilidad.

Pero nunca lo consideró una desgracia… ni buscaba lástima por ello.

Sierra tenía una familia bondadosa… podía hacer música… y con eso, era más que feliz.

Si podía sonreír… si podía sentir felicidad… era todo gracias a la existencia de Alfred.

El amor que sentía por Alfred… guiaba a Sierra hacia la felicidad.

(Lord Alfred… es igual de amable y maravilloso… tanto antes como ahora…)

Por el bien de Sierra, que quería caminar sola a pesar de su ceguera, Alfred le había hecho un bastón.

Y no solo eso.

Alfred, poco a poco, iba reformando la mansión por ella.

En los pasillos que Sierra solía utilizar, ahora había barandillas… los escalones habían desaparecido… e incluso habían aparecido bloques de guía táctil en el suelo.

Al ver todos esos cambios en la mansión por el bien de Sierra… incluso Merina había cambiado su opinión sobre Alfred.

Aunque durante esa semana no había podido verlo, Sierra seguía sintiendo su amabilidad.

—Incluso ahora sigue preocupándose por mí… ¿cómo podría no enamorarme de usted?

—Hoy, en la ciudad, al ver a los habitantes… debiste darte cuenta de cuánto me temen. ¿Cómo puedes enamorarte de un hombre así?

Recordando lo que ocurrió en la ciudad durante el día… Sierra se sonrojó.

Había llamado el nombre de Alfred sin pensar.

Como esposa del duque, había salido a la ciudad para hablar con los habitantes.

Su objetivo era… despejar los malentendidos hacia el Duque Vendado.

Pero…

—Bueno… es cierto que todos parecían no saber cómo tratarlo… pero todos presumían orgullosos de tener un gran señor feudal.

A pesar de que apenas mostraba su rostro… todos sabían del trabajo sincero de Alfred en el territorio.

Por eso… todos se preocupaban por él.

«Con una novia tan bonita como usted, seguro que el duque podrá relajarse un poco, ¿verdad?»

«Después de aquella tragedia… al fin regresó con vida… y desde entonces no se deja ver. Dígale que venga a mostrarnos su rostro… aunque sea con las vendas puestas, por favor.»

«Señora… cuídelo bien, ¿sí? Seguro que estar solo en esa mansión le resulta muy triste…»

Recordando las palabras de los habitantes… Sierra sonrió.

Había personas que entendían a Alfred.

Ese territorio que tanto valoraba… estaba de su lado.

—Parece que… por respeto a usted… todos procuran no acercarse mucho.

Alfred siempre evitaba acercarse a otros… ya fuera afecto, gratitud o relaciones.

Los habitantes… querían agradecerle directamente… pero entendiendo su carácter, fingían tenerle miedo.

Alfred, al oír eso… parecía impactado y permaneció en silencio.

—Así que… no tengo ninguna razón para dejar de amarlo. Por mucho que diga que está maldito… no servirá de nada.

Sierra y Alfred… se habían conocido en el Bosque Maldito.

Ambos… estaban bajo la maldición de una antigua bruja.

Una chica normal… tal vez ya habría huido por miedo.

Pero Sierra no era una chica normal.

Y sus sentimientos… no eran tan ligeros como para poder alejarse de su lado así como así.

—Ya debería ir renunciando a echarme de aquí… ¿por qué no intenta… enamorarse de mí?

A Alfred, que seguía buscando pretextos para alejarla… Sierra le preguntó con una sonrisa radiante.

Si Alfred llegara a amarla… ¡cuánto más feliz sería!

Incluso mientras lo imaginaba… estaba preparada para que la rechazara.

—No puedo ganarte… Eres una novia problemática… que derriba las paredes que yo mismo construí…

Tras un largo suspiro… esas palabras escaparon de los labios de Alfred.

Sierra levantó el rostro sorprendida.

No podía creer que de la boca de Alfred hubiera salido la palabra “novia”.

Y entonces… una gran palma acarició suavemente su cabeza.

(¿Eh…? No puede ser… ¡Lord Alfred… está acariciando mi cabeza…!)

¿Podía significar… que Alfred… la aceptaba como su esposa?

—…Lord Alfred… ¿ya no va a echarme?

Con voz temblorosa, le preguntó.

Alfred… la abrazó suavemente.

Era tan reconfortante… que Sierra no pudo evitar desarmarse.

—Sí… ya no voy a echarte a la fuerza. Pero… soy un hombre oscuro… retorcido… y despreciable. Si alguna vez… quieres huir… puedes hacerlo cuando quieras.

—Ese día… nunca llegará en mi vida.

—Ya veo…

Cuando Sierra sonrió… el ambiente que envolvía a Alfred… pareció suavizarse un poco.

Sierra… tan feliz de ser aceptada… no pudo evitar que sus ojos se llenaran de lágrimas.

(Ojalá… algún día… Lord Alfred… también me susurre palabras de amor…)

Sierra… era solo una esposa de papel que había irrumpido por su cuenta.

El hecho de que no fuera a echarla… ya era más que suficiente.

Y aun así… los deseos seguían naciendo dentro de ella.

Envuelta en su cálida ternura… Sierra, sin darse cuenta… se quedó dormida.